domingo, 13 de marzo de 2016

ROSQUILLAS FRITAS DE MI MADRE


Siempre he dicho que mi madre era una cocinera extraordinaria. Con pocas comodidades, conseguía hacer unos platos buenísimos y con un punto diferente. No hacía una cocina  creativa ni variada en exceso, pero sí única. Estas rosquillas que son conocidas por todos tenían algo que las hacía distintas, y en verdad, he probado muchas: con naranja, con anís, con leche, con canela, ninguna comparable, a mi me siguen gustando las de mi madre más que ninguna otra.

Hacía más de medio año que no las hacía, y hoy tocó. Así va la cosa.

Ingredientes

2 huevos
6 cucharadas soperas de aceite de oliva
6 cucharadas soperas de azúcar
6 cucharadas soperas de orujo
Harina, la que pidan(*). No, no es broma es exactamente esa, la que pidan; variará siempre en función del tamaño de los huevos y de lo grande que sea vuestra cuchara sopera. Aunque ese detalle pueda parecer irrelevante no lo es, y así como en el resto de los ingredientes no modifican la masa, la cantidad de harina y de levadura, si. Según nos excedamos o nos quedemos cortos pueden salirnos unas roscas secas o demasiado esponjosas y huecas, y las de mi madre, no son así. Yo he usado para los dos huevos, alrededor de 1/2 kg.
1 cucharadita de postre colmada de levadura royal.
Aceite para freírlas

Elaboración

En un bol, colocamos todos los ingredientes exceptuando la harina y la levadura. Batimos con energía hasta conseguir que se integre todo bien.

Cuando hayamos terminado, empezamos a mezclar poco a poco con la harina procurando que no queden grumos. Añadimos poco a poco más harina, a la que habremos añadido la levadura royal.

En el momento en que notemos que la masa está empezando a ponerse pesada y no podemos seguir mezclándola con el tenedor, volcamos la masa sobre un poco de harina y amasamos con suavidad.

La masa tendrá suficiente harina, cuando al meter el dedo en el medio, la masa no se nos quede pegada. Siempre es preferible que quede escasa de harina que pasarse de la cantidad, porque las roscas quedarían  secas.

Dejamos reposar la masa durante una hora aproximadamente tapada con papel film, a temperatura ambiente. Acto seguido, empezaremos a formar las rosquillas y las iremos dejando sobre una superficie plana  y enharinada separadas unas de otras.

Para freír las rosquillas, lo mejor es utilizar una sartén pequeña con una buena cantidad de aceite de oliva.

No debemos empezar a freír hasta que la aceite alcance una temperatura suficiente, porque las rosquillas se llenarían de aceite y no estarían buenas. Yo pongo la vitrocerámica al 9 para empezar, pero antes de poner las rosquillas la bajo al 7 o al 6, voy observando la temperatura de forma que las rosquillas se frían por igual y aumento o bajo, según vea.

Es fundamental, mantener siempre la misma temperatura, de ahí lo de la sartén pequeña: se ponen 4 o 5 rosquillas cada vez, y siendo pocas, se sacan con rapidez y todas se fríen por igual, mientras que si son muchas cuando queramos terminar de retirar las que están friendo, el aceite se habrá calentado en exceso y las rosquillas se quemarán por fuera y no se harán por dentro.

Las retiramos y colocamos sobre papel absorbente para que pierdan el exceso de aceite si lo tuvieran.

Recién hechas, están de pecado, pero en unas buenas latas, las podéis conservar durante unos días...


(*) Cuando pongo harina la que pidan, no es porque no quiera decir la cantidad que uso, simplemente depende de varias cosas: el tamaño de los huevos y de la cuchara que se utiliza para medir tanto el azúcar como la aceite y el licor. Cada casa tiene unos cubiertos diferentes, por eso la harina deberá ir de acuerdo con todos esos detalles.

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